Escuela Nacional de Teatro
La ubicación de la Escuela de Teatro cumple con una serie de condiciones contextuales únicas. El sitio colinda tanto al norte como al poniente con dos avenidas principales perpendiculares, así como con una línea de metro, que generan movimientos vehiculares continuos. Una rampa circular de salida enlaza estas dos arterias justo frente al sitio del proyecto. En contraste con la presencia de estas circulaciones conflictivas, se encuentran los estudios de grabación, que representan un fondo estático para el terreno.
Al presentar una aproximación inclusiva a la disciplina del Teatro, el programa exigía la distribución de necesidades diversas pero independientes. Los espacios incluyen tres áreas de representación y sus respectivos servicios, salas de ensayo, salones de lectura, oficinas administrativas, una cafetería, gimnasio, talleres de escenografía, talleres de diseño de vestuario y biblioteca. El reto de ubicar más de 100,000 pies cuadrados de espacio programado dentro de un terreno irregular en esquina de aproximadamente 30,000 pies cuadrados de desplante, determinó y contribuyó al enriquecimiento del diseño de la escuela Nacional de Teatro. Tanto el espacio compacto como el programa híbrido condujeron a la organización del edificio en una serie de volúmenes apilados, articulados individualmente pero unidos por la circulación vertical y por los espacios de reunión.
A pesar de que el edificio se compone en términos de accesibilidad, sus formas articuladas representan un modelo de orden disruptivo controlado. Esta contradicción entre apariciones al azar y orden calculado crea un dinamismo paradójico entre las formas contenidas. Creando un contexto distinto y unificado para estos volúmenes, el cilindro metálico registra la posición de sus volúmenes interiores y el frágil estado de equilibrio.
La forma de la cubierta es el resultado del diálogo establecido por el proyecto con su contexto natural y urbano, su naturaleza dual ayuda a difuminar la distinción entre espacio interior y exterior. El techo, valiéndose del clima privilegiado del Valle de México, crea terrazas cubiertas que forman parte de la vida diaria, social y académica de los alumnos de la escuela y que pueden ser utilizadas como espacios de representación o para eventos especiales. El cascarón encierra los variados volúmenes interiores del teatro, que a su vez, dan cabida al programa, mientras que protege al edificio de la corriente de aire del norte y crea una barrera acústica del ruido producido por el tráfico en el exterior.
Proyecto: Escuela Nacional de Teatro| Localización: Ciudad de México | Arquitecto: Enrique Norten /TEN Arquitectos | Año de Diseño: 1993 | Año de Terminación: 1994